De unos 25 centímetros de largo, el mirlo es un ave típicamente cordillerana, que extiende su hábitat desde los Andes Centrales hasta Venezuela, adaptándose también a otros ecosistemas. En Jujuy habita la zona de la Quebrada de Humahuaca, los valles y las yungas, por lo que no es raro avistarlo, por ejemplo, en el Parque Nacional de Calilegua.
      Es un pájaro que vive tanto en espacios rurales como urbanos y es muy sociable, casi desafiante con los seres humanos. No es gregario salvo en algunos casos en que se agrupa para buscar alimentos.
      Todo el cuerpo del mirlo macho es negro, de un llamativo plumaje brilloso, sobre el que contrastan las patas y el pico amarillos. La hembra tiene colores menos llamativos, es parduzca, con la garganta estriada y la zona ventral más clara; sólo las alas son más negruzcas y las patas grises.
      Durante el cortejo, el macho desarrolla unas cortas carreras oblicuas al tiempo que sube y baja la cabeza emitiendo un canto característico, en tanto la hembra permanece inmóvil. Finalmente ella autoriza el apareamiento levantando la cola. Buscan un lugar adecuado para el nido, a unos dos metros del suelo. El macho suele ayudar suministrando materiales, pero es la hembra la que lleva a cabo la obra: un nido en forma de taza hecho de palitos, hierbas, musgo, algo de barro y hojas. Allí la hembra deposita entre dos y seis huevos de color celeste verdoso con manchitas marrones y los incuba durante unos trece días. Las crías nacen sin plumas y abandonan el nido alrededor de quince días después del nacimiento aunque siguen siendo alimentadas por los padres durante unas tres semanas más. Al año de edad ya están en condiciones de formar su propia pareja y reproducirse.