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Última Actualización: 28/03/2024
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Azúcar
Cultivo

El dato más antiguo que se registra acerca de la caña de azúcar en Jujuy es del año 1611, en el fuerte Ledesma, hoy Calilegua. El documento señala que se planta caña dulce para hacer miel y golosinas para los soldados del fuerte y los indios sometidos.
Otro, del año 1661, está agregado a un expediente referido a un pleito sobre posesiones de tierras en Palpalá. Uno de los testigos afirma que varios años antes de 1650 los paypayas trabajan en la chacra de Alonso, en la cual había un trapiche para la elaboración de la miel.
En el Valle de San Francisco la familia Zegada encabezó el grupo que se dedicó al cultivo y a la elaboración de azúcar morena.
En 1754, se comenzó a construir la Casa Hacienda o Sala de San Pedro, que pertenecía a José de Acuña y a su esposa Ana María Iriarte, quienes la habían adquirido a la sucesión de Pedro de Velasco. Los hijos del matrimonio a su vez la vendieron en 1790 a Martín Otero, vecino de San Salvador de Jujuy, quien la adquirió para la explotación de la caña de azúcar.
Hacia 1810, la Hacienda de San Pedro producía azúcar negra, maíz y horticultura; que era consumidos en la zona y transportada a San Salvador de Jujuy.
Para la misma época, la elaboración de los Zegada alcanzó unos mil pilones, trabajando con 79 indios matacos y 22 criollos, en la producción de azúcar y aguardiente.
En cuanto a la Hacienda de San Pedro, en el año 1844 fue adquirida por Francisco Aráoz, vecino de la ciudad de Salta que instaló trapiches de  madera y fabricó el primer azúcar blanco en la zona. En 1880 Aráoz formó una sociedad con los hermanos Leach.
El gobernador Eugenio Tello encomendó a Zenón Lizárraga la redacción de un informe sobre las plantaciones de caña en el Valle de San Francisco. De él se desprende que las grandes propiedades donde se llevaba a cabo el cultivo eran: la Hacienda de San Pedro, propiedad de Aráoz, con una plantación de 6.400 rayas; Antonio Salvatierra, en el Quemado, con 150 rayas; Gaspar Buriles, en San Pedro, con 106 rayas y Manuel Ferreira, en La Bajada, con 82 rayas.
La mayor propietaria era la familia Aráoz que, asociada con los Leach, Cornejo y Uriburu, convirtió la antigua hacienda en un lucrativo establecimiento que, con el tiempo, terminó adquiriendo las propiedades de Buriles, Ferreira y Salvatierra. En esa época el ingenio fue renombrado bajo la denominación de La Esperanza.
El aislamiento facilitaba el desarrollo de los ingenios, pero también complicaba la conexión con los centros de consumo. Bajo estas condiciones, el azúcar producida desde Ledesma o San Pedro era transportada hasta Perico o Pampa Blanca en grandes carros tirados por mulas y cubiertos por toldos, precedidos por cornetas que anunciaban su paso en las subidas o bajadas. El ferrocarril llegó recién en 1874 a Tucumán, a Salta en 1886 y a Jujuy en 1890. Pero los centros productores jujeños permanecían igualmente aislados. Por eso, el senador Cástulo Aparicio presentó en 1895 un proyecto para la construcción de un nuevo ramal, que partiría de Estación Perico y llegaría a Ledesma. De tal magnitud resultó la obra, concluida a fines de 1904, que la zona del Valle de San Francisco es conocida hasta hoy como El Ramal.
Sin duda este ramal ponía en contacto la zona productiva y el centro consumidor. Pero la cobertura estatal se amplió aún más. La protección aduanera y la disponibilidad de capitales facilitó el crecimiento de los establecimientos agro-industriales hasta transformarlos en fábricas o ingenios. En la provincia de Jujuy existen hoy los ingenios La Esperanza, Ledesma y Río Grande.

 

Más información sobre este tema en:

http://www.diccionariojujuy.gov.ar/

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