El Misachico es una ceremonia en honor a la Virgen María, a un santo o a un patrono. Es una muy antigua forma de religiosidad popular a partir de que muchas familias de la Puna y Quebrada jujeñas tienen imágenes -que se conservan de generación en generación- guardadas en urnas con puertas de vidrio y adornadas con ramilletes de flores de papel de todos los colores.
      Las urnas se mantienen durante todo el año en un rincón de la casa transformado en oratorio, donde reciben diariamente las honras de la familia y, en circunstancias de fallecimiento, enfermedad, etc., de los vecinos.
      En la fecha de la celebración, la mayoría en época invernal, se rezan las plegarias de la novena durante los primeros días en la casa de la familia que guarda la imagen y las restantes en el camino a la capilla o iglesia más cercana, dónde se le ofrece una misa; la procesión avanza con la urna acomodada en una angarilla, transportada por cuatro fieles que van rotando a lo largo del camino. Encabeza la marcha una persona tocando un tamboril, seguida por los promesantes y, finalmente, todos los fieles, que van diciendo oraciones, cantando coplas y, ocasionalmente, bailando, al son de sikuris, bombos, erkes, charangos; también se anuncian con bombas de estruendo.
      Como curiosidad hay que señalar que en el Departamento de Tilcara se realizan  más celebraciones de Misachico que en ningún otro lugar de la provincia, prácticamente durante todo el año.
      La costumbre se extendió con los años a las ciudades y así es que se pueden observar procesiones desde los barrios hacia las diferentes iglesias de San Salvador de Jujuy, Palpalá, San Pedro, Ledesma y en el resto de las poblaciones de las Yungas. Lo propio sucede en distintas regiones campesinas y urbanas de las otras provincias del noroeste argentino y de la zona andina boliviana.